¿Vamos a jugar?

Hace muchos años, en esos siempre-crudos inviernos marplatenses, dos niños, una nena, otro varón, jugaban solos pero acompañados –jugaban a la vida, corriendo esa difícil carrera de reír sin llorar. Reír para siempre, para no sufrir nunca más. ¡Y que la magia sea eterna! Si total… Tan eterna como un sueño en el que por capricho veo a estos dos pibes volando por los vientos del atlántico. Agarrados con la fe, a un paraguas viejo que los lanza de la terraza de un hotel infinito, al más allá. Un más-allá donde al fin, no se sufra nunca más.

Pero los géneros, hilados y zurcidos por los desconocidos, ya imponían la “propiedad privante” hasta en el juego: un juego vos, otro yo. Uno “de nenas”, otro “de nenes”. Al elástico, primero (el niño, visionario, ya era un caballero). Y el árbol que aún los cuida a pesar de los inviernos, colaboraba para que dos ojos azulmente expresivos salten como chispas, alcanzando a fuerza de impulso, -impulso vital, la primera, la segunda y la tercera… Crujía sorda la hora de la siesta de los grandes y antes de subir con ellos, abandonando `hastamañana´ el juego -ese reducto que siempre hace cosquillas en el alma viva- había que jugar un poco a los juegos de él. Cuenta la calle San Luis que algún que otro penal habrá atajado la niña de los ojos de cielo, mientras un montón de rulos (rebeldes ya desde entonces) revivían a Marzolini cercquita de Plaza Mitre. (y si mi Plaza Mitre fuera una luna, estaría llena siempre, llenísima y amarilla, estridente de tantas historias que tiene para contar).

Y el consenso llega rápido, por que artistas somos todos aunque nos quieran coartar. Y más aún cuando niños: disfraces improvisados y cacharros de instrumentos hacían sonreír vecinas y veredas cuando el pibe con la piba entonaban El gemido del gorrión, del conjunto Alma y Vida. “…De las líneas de su mano voló un gorrión…”. Algún augurio traía este arte con secretos, por que antes de que la calle lo sepa, estas crías volarían, vuelo propio en busca de amor. Colmados de ganas, armados de ideas, repletos de valor.

Y aunque hoy no nos guste, por que aprendimos a diferenciar `pueblo´ de `vanidad´, la Chiqui era furor. Así que los chicos reproducían en alguna habitación los almuerzos argentinos (que, a diferencia de estos dos grandes-niños, poco tienen de nacional, y menos de popular). En el juego del almuerzo, ella, la nena, era la rubia Legrand (hoy, ella es realmente linda -linda persona, que a diferencia de Mirta, vive sintiendo a los demás. Resistiendo desde el sur de una ciudad guerrera para que lo humano no se escurra en el Riachuelo, y nos brote cada vez más… por que a veces “olvidamos, al vecino saludar”). Y nuestra Mirta de entonces recibía al médico Barnard que arreglaba corazones, operando a los demás (¿cometeré una infidencia al contar que estos deseos de niños sí que sí que llegan lejos? una vez él viajó mucho, para intentar ser dotor… el chiste es que finalmente logró pelearle a la muerte, juntando a los compañeros y siendo cada vez más).

Hoy se encuentran, cuarenta y tantos años después, y yo tengo el honor de verlo en vivo. Es una de esas veces en las que me encanta confirmar que al destino lo escribimos los mortales, a fuerza de realidad. Destino-elegido… eso que labramos con malabares de exactitud matemática y épica literaria; con astucia de magos y ayuda de hadas, tejiéndolo casi casi sin darnos cuenta (mientras estamos “en otra cosa”). El Topo Yiyo, desde la foto, los extraña un poco, los mira (él conocía el secreto: los gorriones, a volar) y canta con alma y vida …yo volé con él, yo grité con él, yo soñé también…”.

Se miran, confirman lo innevitable: el tiempo pasó. Duro como adoquín a veces, pero amable como matecocido de abuela después (¡es que son tan buena gente, esos chicos paseanderos!). Se miran, se recuperan en cada par de ojos claros, se reconocen con la verdad. “Su” verdad, escrita en un sincero y sorpresivo abrazo. Ella está pintanda de carnaval, porque en familia intentan recuperar lo que los milicos quisieron robar. Hoy, salta como al elástico ayer. De la alegría salta, por que es actriz y murguera salta, y por que sabe que siempre hay algo para cambiar. Él llega transpirando el calor de la gran ciudad, con bastantes rulos menos, rodeado de un amor bueno y con mil risas de esperanza para dar. Y aunque la mamá del pibe, llena de rulos también y un ejemplo de mujer, no tuvo a `su hijo dotor´, está feliz como yo del encuentro (debe ser por que es mi abuela y estamos en conexión estelar), está satisfecha por que sabe que su pibe sigue haciendo como Silvio: defendiendo el campo propio de cualquier gordo rival… defendiendo a los demás.

Al verlos advierto que la vida no les pasó por encima, aunque seguro lo sintieron más de una vez cada uno. Pero no. ¿Saben? Intuyo, por fantasera, que para ellos la vida fue eso que modelaron como alfarero a su arcilla. Y aunque se perdieron el rastro, lo van a recuperar. Charlan con el apremio delicado de quien encuentra un libro que creía no volver a recuperar. Muchos capítulos por contar. La vida en Argentina, -cómo dolió mi país... y cuánto qué falta arreglar… La vida, que a ritmo de carnaval, hoy no teme andar cantando las cosas por remendar. Es que es tan cierto como amargo, lo que decía su canción, “…mi pueblo estaba gimiendo y hubo quien no lo escuchó…”.

Segura de que ellos sí escucharon, receptivos niños-grandes, intento capturar su brillo. Eternizar un segundo en el tiempo, no equivale a volver atrás (Mirta no quiere que el tiempo pase, y por eso estira su piel, su fortuna, oprimiendo a los demás, amiga de esos tipos que estos nenes-grandes aprendieron a detestar). Han torcido el mal-destino, ese que se dice impuesto, y que a paso de tirano, tironea para atrás. Lo estrujaron al jodido. Le dijeron “no, yo tengo algo nuevo para dar”, ya no es tiempo para “fabricar casas con promesas de cartón”.

Congelo el segundo eterno en foto de aficionada, y la catarata de coincidencias se desencadena irreverente: de repente todos nos sentimos muy juntos, acompañados. Rezando al buen-destino que la alegría del carnaval –esa que da el `recuperar´- nos dure hoy para siempre…. Como ese paragüitas mágico en el que algunos aún ven, volando por mi costa hermosa, cuatro patitas flacas, chiquitas (dos con medias can-can). Una nena, el otro varón. Los que los ven dicen que inspiran la fe más humana y linda de tomar fuerte a la vida pa´ de la mano jugar. A los hijos, en abrazos. Al amor, amor besado. Y a los amigos, segundear. Y entre el viento y el paraguas, los despeina Libertad.

Mentí (dije que ya no pensaba en vos, que no tomaba más y que no hablaba más de política)


Eso de "que me devuelva el voto", con esta nota de acá arriba, es super entendible. Pero en verdad, nunca fue una frase de mi agrado la de "devolver el voto", aunque sí de la inmensa mayoría de mis amigos porteños que votaron a Pino. Lo que sucede es que en los marcos de una democracia burguesa (me puse troska, perdón, sólo para pensar un toke), en los marcos de la democracia burguesa decía, justamente el voto ES eso que licúa cada una de nuestras singularidades al delegar por un tiempo larguísimo un supuesto "poder" que, por el poder de Greiscol, de repente tienen unos pocos tipo para injerir en la realidad (piensen la cantidad de cosas nos suceden en cuatro años!) .

Y no sólo eso; el tiempo pasa a ser lo de menos si nos sinceramos todos: la mayoría de los mortales desconocemos quiénes son los nombres chiquitos e ilegibles que acompañan al destacado "candidato estrella" de cualquier boleta partidaria. Si hiciéramos un porcentaje de cuántos chabones y chaboncitas conocemos de la boleta, sería menor del que saca el PO históricamente.

Es clarito: la democracia, lo que menos es, es democrática.
Por que después hay que pensar en el clientelismo, el voto cadena, la necesidad que se compra, y los hijos de puta que especulan hasta con la leche para los pibes (e hijas de puta... se supone que es el momento de la igualdad de género...?). ¿Alguna vez vieron el "acting ao vivo" del voto cadena? Es apabullante. Te deja helado la primera vez que lo ves funcionando: un relojito de sumisión comprada, en cada tic-tac tic-tac de personas. Si el que entra, en vez de meter el sobre que "debe" meter, mete otro, el puntero se entera por que recibe cada vez un nuevo sobre firmado por el presidente de mesa... por eso Cadena. Esclavo, cadena. Perfecta ingeniería. ¿Y esta gente? ¿Cómo podría reclamar que "le devuelvan su voto"? ¿Volviéndose rica y devolviendo la poca guita que le tiraron? ¿Ó consiguiendo un laburo en blanco, pero estable, para prescindir del plan? (a propósito: ven? qué bueno que la asignación el Ley! Podría pensarse en que sea Ley un Seguro por Desempleo...?).
Así que no, olvidenló muchacho: los votos no se devuelven, como tampoco las bancas (tampoco nunca me cerró el palo a Viky Donda x su diputación; a pesar de que no banco su gestión ni la de Pino por que no me gusta votar con la derecha, y menos aún saludarla en ruralesco prediopara salir en este canal contentando a una vieja gorila). En definitiva, y volviendo a lo del voto devuelto vs. voto perdido, para madurar como pueblo en acto cívico pero también en acto de copar las calles cuando sea necesario, tenemos que aceptar que la "ferocidad" de la política es así. Cada vez que "doy" mi voto a tal o cual, empeño mi "yo" en un tipo, y varios tipos más no tan visibles quizás (tipitos que después cuentan con exageradas jubilaciones de privilegio desde temprana edad. náusea). Si doy mi voto me entrego, según las reglas del juego, calladito durante cuatro años, hasta que me toque el turno de volver a tirar los dados... perdón, de volver a "dar" mi voto.
Pero no termina ahí! Por suerte de pueblo! Por historia de pueblo! (y gracias Pocho y Eva, tmb) Existe la organización popular en sus múltiples formas para ponerle un límite a este chamuyoide de la democracia liberal. Existen variadísimas formas de protesta. Hemos sido creativos, humanidad. Existen los sindicatos también, a veces para una cosa, a veces para otra, pero existen y está bueno. Y gracias a los pueblos, existen hoy los tan nombrados "vientos de cambio en latinoamérica". Esos vientos hacen crujir, por definición, a las democracias burgue-liberales que nos mandó la Europa. Existe Chávez que ya logra enunciar con claridad y sapienza esto que cruje al interior de la democracia liberal que nunca entendió a latinoamérica. Existe siempre Cuba, llamándonos de lejos. Evo, en una escala tan distinta y tan similar a la vez! Lula, quenomeencanta, es tamién voz de esta grieta que se viene abriendo en nuestro tupido continente.

Y de Cristina qué decir... Muchas veces nos dicen "la parís de latinoamérica", y cuando uno viaja ¡se siente bien distinto a pesar de saberse bien latinoamericano! Parisino suena a luces de "sabiecito del sur" (librazo de Galasso) suena a tipos iluminados hasta que duelen los ojos por la luz del saber, del pensar... Y sin agrandarnos, por ahí es cierto lo de la parís latinoamericana: al fin y al cabo ¿no le aportamos hoy día a nuestra patria grande un cuadro más que necesario, inteligente, femenino, audaz, que sabe pensar y hacer, con entereza, con estrategia?

De ahí, pa abajo, pa´mí resulta obvio que hay que vancarla a pesar de lo que no nos guste (que por suerte va amainando!). Y hay que tener ojo, ojito y ojazo, con pretender que los cambios sean tan rápidos como ganas tiene nuestro hartazgo de siempre haber delegado a la mala democracia... (esto no es un fas-fud! paciencia che!). Así, resumen con parábola incluída: KRISTINA 2011 .-


Recomendación (sinverguenzas)

Musa de ideas y sensaciones revolucionarias, la muchacha de la foto no tiene segundo nombre. Herencia de genes, elección de amores. "Experiencia" es una ruleta, le dije. Le gustó.; y yo ya no me aventuro al dildo de pensar, sin contar con Ella.

Silencio. Solo dos o tres cucarachas rompen la quietud típica de esa hora en que ni luz, ni oscuridad son enteras, completamente. Podría pensarse que la noche le gana terreno al día. No. Desconfío de tan fácil explicación. Digamos, por ejemplo, que se mezclan, luz y oscuridad, admiradas de sí mismas, y de la otra. Trenzan un aire de puro vacío, vacío contenido. Los ojos se acostumbran. Todo-siempre-se-acostumbra.

El ruido de la cerradura expulsa con exacta orientación a las cucarachas a su sitio. “Ella” entra a su casa. Es linda y luminosa; ella y la casa. Pero el ocaso no trae luz plena, sino más bien esa penumbra irresuelta, de vacío contenido. Nuestra “ella” entra cargada de día. Pesada de día. Entra como arrojada desde el corazón mismo del afuera-día. Del vaho sofocante de ese afuera lleno de coches, jefes, colas de espera y dinero.

Casi con solemnidad, ella deja, uno-a-uno, sus paquetes en la mesa. Va al baño: nunca como el propio. Sentada se saca zapatillas y remera empapada en sudor. Piensa entonces, con un cigarrillo de recreo, en los planes del fin de semana, en el computador roto, en las infinitas tareas pendientes, en Lucas, y en los buenos amigos. Cuando vuelve a verse (intentaba nunca perderse de vista, para eso, no se miraba con los ojos sino desde adentro, desde la cuarta o quinta vertebra -“aquí estoy” decía sin pensar-“soy todo lo que se, y lo que aun no sé”-¿nos morimos acaso con secretos hasta de nosotros mismos?), cuando vuelve a verse, estaba des-nuda y fresca. Ahora era luz-oscuridad, parte de su casa. Vacío contenido de cucarachas suel-tas.

Cierto es que a ella no le faltaban abrazos últimamente: había aprendido a pedirlos. Pero al verse allí, parte del aire, silbido vulnerable y fuerte, decidió abrazarse. Sí, abrazarse a sí misma, hacerse un poco bollito, un poco pluma. Unas partes de su cuerpo estaban mas frías que otras (se maravilló: sudor evaporado que cumplió su función de refrescar a la piel-qué perfección el cuerpo, amó su cuerpo). Se gustó, se quiso mucho. Vio que le encantaba su pro-pia forma de abrazar. Abrazo amplio y cuidadoso, pero certero, hermanado. Vio que así era como abrazaba a menudo a sus seres queridos, por que así, en realidad, le gustaba a ella ser abrazada. ¿Los otros también gustarían de eso?

Cada quien abraza a su manera. Existen abrazos flacos… lejanos. Los hay amenos, como guiso de abuela o matecocido. A veces llegan abrazos de gigantes buenos, como también llega el conocido “abrazo del oso”. Hay abrazos-juego que dan cosquillas, y otros de fuego, quemando en chispas. Se quedó allí un buen rato, perdida en el confort de su propio abrazo. “Tengo que recomendarlo”, pensó. Aunque rápidamente desechó la idea: se reirían. “…sólo a algunos”, negoció. Para terminar el abrazo recorrió su propia columna, con las manos tibias: las vertebras, eran carozos. Corazones serios e inteligentes. Lo último que siempre hacía en los abrazos para otros era pasar la mano por la cabeza del abrazado, en gesto optimista y fugaz. Perdón que insista: gesto hermanado. Y así fue también esta vez.

La insurgencia de la ya concreta y casi plena oscuridad le recordó sus coordenadas. Había perdido y ganado muchas veces, como casi todos nosotros. Había apostado, luchado, y hasta se había cansado. Tenía referentes para decidir el camino, vivos y muertos (aunque al final-final, decidía sola). Antagonistas, también tenía.

“Soy”, dijo. Y entonces vio que su abrazo en verdad había sido grande, y eso sólo se debía un motivo: todos sus tótems de identidad, juntos, habían acudido a abrazarla haciéndo-se carne en sus hombros, uñas en sus dedos, pelos de los pies.

Todos juntos, hasta los muertos.
“Soy”, repitió. Tengo que recomendarlo.-